Estoy enfermo, realmente enfermo. Llevo varios días recostado en un jergón de cañas trenzadas, de un verde oscuro cautivador y muy resistente. El sudor empaña mi frente, a veces se me desvanece la vista. Veo de fondo un techo de madera, y a veces pieles de animales, y máscaras pintadas. No recuerdo cuál fue mi última aventura: un destello de fuego, un vibrante cuerpo de serpiente, la ceguera, unos glifos de oro, la agonía... Yo antes era un cazatesoros, un traficante de reliquias, e iba buscando algún tesoro perdido remontando el Nilo, pero ahora no recuerdo...
La primera vez que desperté supe que estaba en la cabaña de un jefe, en medio de una tribu de negros en África, y que me cuidaban.
El chamán me contó historias de cómo los héroes iban al Mar de Huesos y de allí no volvían; de cómo encontraban allí la Muerte Blanca y de cómo el uso de toda su fuerza y sus armas de madera no podían con ella. De qué sólo los más bravos y sabios conseguían vencer y acababan perdiéndose en la jungla para convertirse en leyenda.
El chamán me habló de ponzoña y veneno en su peculiar idioma, me hizo ver el humo de la hoguera, me dio remedios. Vi a los loas, poderosos espíritus de la naturaleza; los espíritus de la muerte, del árbol, el cielo y el barro.
El chamán decía que los loas de la muerte se agazapaban en torno a mi y que me chupaban la fuerza vital y los sueños. Creo que he soñado alguna vez con el Mar de Huesos. Siento que no puedo levantarme de esta cama; pero tomaré las mejores armas que tenga, reuniré mi valor y toda mi fuerza, y me enfrentaré a la Muerte Blanca.
1 comentarios:
Pienso que deberías de volver a abrir de nuevo este blog, Vatra. Vuelve a fabricar más armas de madera y marchemos a enfrentarnos a la Muerte Blanca.
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